En esta ocasión se
nos pregunta cómo educar en la postmodernidad, tomando en cuenta los valores y tendencias
que caracterizan a esta filosofía/condición/época histórica (Colom Cañellas, 1997,
p. 9; Lyotrad, 1991, p. 4; Marcos, 2010, pp. 95-99).
En principio quiero adoptar una
posición pragmática y realista: la forma que toma la educación en este momento,
esto es, la manera en que tomamos parte en procesos de aprendizaje, ya sea como
alumnos (en esta maestría), ya sea como docentes (en la UAEM), esta es la forma
de educar en la postmodernidad. Nos encontramos en una transición, en un cambio
de tiempos (Ugarteche y Martinez-Ávila, 2013, p. 25), por ello coexisten todas
las formas educativas que podamos encontrar en este preciso momento.
Ahora mismo conviven prácticas
conductistas, constructivistas, instrucción tradicional, salones invertidos,
todas las formas de e-learning; asimismo, existen aulas digitales, aulas
digitales móviles, escuelas con solo uno o dos salones, donde conviven alumnos
de todos los grados de primaria, etc. Esta diversidad de prácticas debería
interpelarnos y llamar nuestra atención sobre la pluralidad educativa de
nuestros días; tal diversidad puede ser más o menos deseable, pertinente,
eficiente o eficaz (Evia Rosado, s. f., pp. 1-2), según se piense, pero más
allá de eso, esta diversidad es actual, real.
Ahora bien, no todas estas prácticas se
encuentran orientadas según las características profundas de la postmodernidad,
o alineadas con sus premisas. Uso aquí los términos “características profundas”
y “premisas” para evitar hablar de valores de la postmodernidad, pues por definición
la condición postmoderna combate y critica las metanarrativas que sancionan el
sistema axiológico del que abrevan las instituciones modernas (Bosch Caballero,
2003, p. 27; Ortiz Millán, 2011, pp. 307-310). En consecuencia, cabe la
reflexión acerca de lo que es viable en materia educativa una vez que asumimos
nuestra existencia postmoderna: ¿qué perspectivas se abren?, ¿qué funcionaría
mejor?, ¿cuáles objetivos orientarán la educación?, etc.
En este cambio de tiempos me parece que
la mejor forma de educar empieza por desmontar las metanarrativas asociadas al
profesor y al alumno: el primero ha sido visto como el poseedor del
conocimiento, el guardián del saber humano, el que enseña; el segundo ha sido
visto como el receptor disciplinado del conocimiento, el que merced a un arduo proceso
(vivido de preferencia en silencio) se apropia del conocimiento que le
transmite el profesor. En un mundo en el que el acceso al conocimiento se
encuentra a un clic de distancia, estas concepciones acerca de los actores que
toman parte en el proceso educativo se han vuelto claramente obsoletas.
Así, es momento de hacer que los
estudiantes asuman su responsabilidad sobre el aprendizaje que desarrollan, de
modo que la educación deje de gravitar en torno al rol del profesor en la práctica, pues sabemos que en el discurso los estudiantes ya son
el centro de atención en la educación contemporánea. Con estudiantes y docentes
corresponsables podrían conseguirse las aspiraciones constructivistas de
aprendizaje significativo, desarrollo de habilidades metacognitivas y
construcción cooperativa de conocimientos (Ertmer y Newby, 2013, p. 58).
Como segundo punto, me parece
pertinente reconocer el tipo de sujetos que somos, tanto nosotros como nuestros
alumnos, y para esto no necesitamos citar autores o haber leído literatura
especializada: disponemos de dispositivos móviles que portamos todo el tiempo,
como ejemplo de una revolución tecnológica que trasmina todas la esferas de
nuestra cotidianidad. Esto implica que nos encontramos en una suerte de
formación permanente, constantemente estamos siendo educados, y aunque el hecho
no es nuevo, el uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC)
potencia esta situación. Ha muerto la falacia de que escuela tiene el monopolio
del conocimiento y de la información útil para la vida; por eso es tiempo de
usar la tecnología y la formación permanente de maneras creativas, para que
coexistan con las prácticas y objetivos de la escuela, mientras esta siga
existiendo, pero también es momento de empezar a trabajar para un futuro sin
escuelas.
Se reclama el que la escuela se haya
quedado rezagada con respecto al avance tecnológico, y en general frente a la
dinámica vital de la sociedad contemporánea; pero vemos que sigue existiendo la
educación, si bien ha cobrado formas diversas y novedosas. Probablemente uno de
los grandes retos de la postmodernidad sea dejar de lamentar las crisis y
obsolescencia de la escuela como institución, y emprender acciones para que la
educación per se nos ayude a hacer
trascender lo mejor de nuestra cultura humana, ya sea gracias a la escuela o a
pesar de ella.
Es un gusto compartir ideas con ustedes.
Gracias por leer, ojalá puedan comentar.
@LeopoldoBasurto
Referencias
Bosch
Caballero, M. del C. (2003). El reto de la escuela posmoderna: El papel de la
educación en la era de la información. El
Guiniguada, 12, 25-36. Recuperado de http://acceda.ulpgc.es/bitstream/10553/5466/1/0235347_02003_0002.pdf
Ertmer, P. A y Newby, T. J. (2013). Behaviorism,
Cognitivism, Constructivism: Comparing Critical Features From an Instructional
Design Perspective. Performance
Improvement Quarterly, 26(2), 43-71. doi: 10.1002/piq.21143
Evia
Rosado, C. (s. f.). Eficiencia, eficacia y contradicciones en las instituciones
de educación superior. Recuperado de
http://publicaciones.anuies.mx/pdfs/revista/Revista56_S1A2ES.pdf
Lyotard,
J.-F. (1987). La condición postmoderna
(2ª. ed). Buenos Aires: Cátedra.
Marcos,
A. (2010). Ciencia y acción: Una filosofía
práctica de la ciencia. México: FCE.
Ortiz Millán, G. (2011). ¿Depende la
moral de la religión? En Vasconcelos, H. (coord.). Valores para la sociedad contemporánea: ¿En qué pueden creer los que no
creen? México: UNAM.
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